12 febrero, 2011

A la sombra de Europa

Ser tolerante no es fácil. Requiere disposición para tolerar puntos de vista que uno considera ofensivos y el estar preparado para aceptar que ninguna idea debería ser incuestionable. Tolerar creencias que son hostiles a las nuestras requiere cierto grado de confianza en nuestras propias convicciones y también estar dispuestos a correr riesgos. La tolerancia fomenta la libertad de los individuos para reivindicar ciertas creencias y le proporciona a la sociedad en general una oportunidad para conocer mejor la verdad alentando un conflicto de ideas.

Desde hace algún tiempo, a muchas sociedades europeas les cuesta alcanzar un consenso mediante el cual poder afirmar logros pasados y los valores básicos que defienden. Los símbolos y las convenciones tradicionales han perdido mucho de su poder para entusiasmar e inspirar; en algunos casos han sufrido un daño irremediable. La constante polémica que envuelve a la enseñanza de la historia es fiel reflejo de ello. Cuando la generación dirigente siente que las historias e ideales con los que crecieron “han perdido su relevancia” en nuestro nuevo mundo, le cuesta mucho transmitir esas historias e ideales a sus hijos de una manera convincente.

No obstante, los responsables de formular políticas y los educadores reconocen de manera intuitiva que este es un problema que necesita ser tratado. Pero la provisión de valores “relevantes” bajo demanda rara vez tiene éxito, ya que a diferencia de las convenciones que estaban ligadas al pasado orgánicamente, estos valores tienden a ser artificiales, si son bien intencionados, construcciones abiertas al desafío. A diferencia de las costumbres y convenciones que se consideran sagradas, los valores construidos deben de justificarse regularmente.

No tiene mucho sentido seguir culpando al multiculturalismo de los profundos problemas a los que nos enfrentamos hoy en día. Pongamos todos los medios necesarios para acabar con el multiculturalismo estatal ya que, al menos, eso nos permitiría afrontar el problema subyacente: la crisis de la sociedad en cuanto a valores y significado. Pero no dejemos que decaiga nuestro compromiso para conseguir la tolerancia. La tolerancia sigue siendo una virtud muy importante, ya que se toma a los seres humanos muy en serio.
Edición: Bartomeu Ramos
Fuente: Frank Furedi

02 febrero, 2011

25 AÑOS EN EUROPA

En enero de 1986 España se convirtió en miembro de pleno derecho de la Comunidad Económica Europea y esta adhesión marcó varios cambios significativos para el país, así como para otros Estados miembros que obtuvieron la posibilidad de ejercer influencia en el desarrollo de acontecimientos en diferentes esferas, inclusive en el área económica.

Un gran adelanto económico.

España sintió grandes cambios con la integración a la UE, que encontró su reflexión en la creación a partir de mediados de los años 90 del Mercado Único Europeo y del Espacio Económico Europeo, una garantía del espacio comercial sin fronteras.

La incorporación dio resultados inmediatos confirmados por la tasa de crecimiento del PIB del país: entre 1986 y 1990 el aumento del PIB español alcanzó el 4,8%, casi dos puntos superior al 2,9% que registró la media de los socios europeos acompañado por el incremento del comercio total España-UE.

Desde entonces, la Unión Europea ha avanzado considerablemente en el proceso de unificación mediante el fortalecimiento de los vínculos políticos y sociales entre los ciudadanos. España en el proceso difiere en que fue uno de los líderes en la aplicación de medidas de liberalización y asumió una gran responsabilidad dentro de la UE, convirtiéndose, junto con Polonia, en el quinto país en el número de votos en el Consejo de Ministros.

En general, España es un país que se aprovechó más que otros miembros de su adhesión a la UE. Con las excepción del año de su ingreso, 1986, España ha obtenido siempre muchos más recursos de los que ha aportado a la UE.

España en los últimos años ha recibido la mayor cantidad de fondos estructurales y fondos de cohesión, que se utilizan para financiar proyectos de infraestructuras y proyectos de desarrollo en diferentes esferas.

Actualmente con la integración en 2004 de un grupo de 10 países, en su mayoría de la Europa del Este, sólo Polonia disputa a España el número uno de los países beneficiarios.

En el transcurso de 25 años, el país aceptó unos 133.000 millones de euros (una media anual de 5.320 millones de euros). Haciendo un recuento per cápita cada español ha "recibido" de la UE alrededor de 130 euros anuales.

La introducción del euro.

La introducción del euro (1 de enero de 2002) marcó el inicio de un período controvertido y ambiguo para la economía de España. Por un lado, se percibe como la culminación de un largo proceso de creación de una serie de condiciones para el crecimiento de los mercados español y europeo. Por otro lado, es un proceso que repercutió en continuas alzas de precios de los bienes y servicios de uso cotidiano.

Con la introducción del euro en la UE se constituyó la mayor área del comercio en el mundo que facilitó la integración de los mercados financieros y las políticas económicas de todos los miembros de la entidad, inclusive España.

Los cambios garantizaron la coordinación del sistema fiscal de España contribuyendo a una mayor estabilidad de la economía. Los tipos de interés se fijaron en niveles históricamente bajos, lo que tuvo un impacto positivo en los procesos de inversión, y unas tasas de crecimiento superiores a la media del resto de los socios, pero también el excesivo endeudamiento público y privado.
Bartomeu Ramos
Fuente: actualidad.rt.com